Hasta hace una década, el agujero en la capa de ozono
parecía un tema de ciencia ficción. Ahora, hay personas en el extremo sur de
nuestra América que mueren de cáncer de piel a causa de la radiación que
atraviesa ese deteriorado escudo protector.
Y si algo resulta sorprendente, es la dimensión del daño
que podemos causarnos a nosotros mismos. Hoy, los efectos negativos de nuestras
actividades industriales no afectan solamente el río de nuestro pueblo o el
aire de nuestra ciudad: pueden llegar a impactar nada más y nada menos que a la
estratósfera, a 25 kilómetros de la Tierra.
Porque, como en ningún otro caso, la comunidad mundial llegó a un
acuerdo práctico y eficiente para salvar la capa de ozono: el Protocolo de Montreal,
que este año cumple su décimo aniversario.
Por su mandato, los gobiernos, los industriales y las sociedades
de cada país han logrado eliminar muchas sustancias nocivas en todo el globo.
Un ejemplo de urgente consenso porque, como dice Fabio Feldman: todos tenemos
el mismo cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario